Por: Gloria Helena Rey 02 de junio 2020 , 11:22 p.m.
Expertos hablan sobre el cuidado y sugieren acciones para ayudar a las personas a lidiar con el confinamiento.
“Sentí que no podía respirar. Inhalé alcohol, después me puse mentol y me metí debajo de la ducha. No funcionó. Me sentía muy angustiado y entré en pánico. Me vestí a las carreras, salí de mi casa y comencé a correr para respirar mejor. Me caí, lloré, regresé y pedí ayuda”, cuenta un ejecutivo de 43 años, tras más dos semanas de confinamiento.
El encierro obligatorio provocado por la pandemia del nuevo coronavirus tiene consecuencias en la salud mental de muchas personas, en especial en aquellas con alguna patología mental, aunque, en términos generales, pone en riesgo la sanidad mental de todos.
“La amenaza de enfermedad grave, de muerte posible, afecta la salud mental de todo el mundo. Las diferencias en intensidad dependen de muchos factores: problemas de salud mental previos, acceso a salud mental y las condiciones del encierro. No es lo mismo estar encerrado en una mansión, en un apartamento grande que en uno pequeño, en una finca con piscina que en un barrio pobre con posibles condiciones de hacinamiento. Las preocupaciones financieras inherentes a la pandemia intensifican las presiones emocionales. No es igual vivir la pandemia con dinero en el banco que no saber si hay dinero para la comida del día siguiente. Todos esos factores son importantes para determinar el impacto de la pandemia en la salud mental de diferentes sociedades. No todas son iguales”, afirma a EL TIEMPO, desde Nueva York, el psiquiatra y psicoanalista colombiano Ricardo Arango, profesor asistente de Psiquiatría del Albert Einstein-Montefiore College of Medicine.
Se sabe que la salud mental incluye el bienestar emocional, psicológico y social de las personas y también, que eso es lo que el encierro está poniendo a prueba, afirma Carlos Iván Molina Bulla, docente investigador, psiquiatra y epidemiólogo-consultor en salud mental e investigador asociado de Colciencias.
“El encierro somete a prueba los recursos con los que contamos en nuestra salud mental individual y colectiva (empatía, capacidad para resolver problemas y conflictos, autoestima), así como los recursos sociales y económicos. Cuando esos elementos son desbordados por situaciones como el encierro es cuando comienzan a presentarse dificultades, afectándonos emocionalmente (a cada uno) y a nuestros vínculos (familia, trabajo, amigos, vecinos)”, explica el doctor Molina.
Además, sostiene que el confinamiento le mide el aceite a “la capacidad para establecer espacios, responsabilidades, disciplina, manifestaciones de afecto y compañía, así como al fortalecimiento de la comunicación. Esa labor, en diálogo familiar o en las redes, nos debe permitir también percatarnos de aquellas personas que pueden estar sufriendo física o emocionalmente, para darles apoyo a tiempo”.
Pero no todas las sociedades reaccionan igual a una tempestad como la que vivimos. “Las sociedades con orientación más social, en las que el interés social predomina sobre el individual, tienen una gran ventaja en el manejo de este tipo de crisis, que exigen respuestas rápidas y efectivas. Algunas sociedades con altos niveles de disciplina social han mostrado importantes resultados positivos al controlar la pandemia, mientras que otras todavía siguen discutiendo los beneficios de las medidas restrictivas y las prioridades de sus programas de control”, agrega el doctor Arango.
Los efectos principales
Aunque, como se dijo, existen múltiples variables sobre los efectos del encierro en la salud mental de las personas, los expertos señalan siete de los principales: estrés, ansiedad, angustia, pánico, desesperación, depresión y agresividad.
Según Molina, “en algunos casos se pueden configurar trastornos de estrés agudo que si no se resuelven pueden acarrear, desencadenar o incrementar trastornos de otra índole”.
En su opinión, lo más frecuente es que se incrementen los problemas de violencia interpersonal, de pareja o intrafamiliar. En el caso del covid-19, afirma que el problema está en la doble situación estresante y dicotómica que implica el encierro y el riesgo de contagio, lo que complica la situación y las decisiones por las consecuencias que puedan tener.
Además, en el encierro “es muy fácil tener problemas de concentración, acumulación de trabajo o alteraciones de sueño” porque, en el ámbito familiar, implica también dialogar, y negociar sobre las nuevas condiciones y actividades que comprende un encierro compartido”, añade.
La ansiedad es, en su opinión, uno de los síntomas más recuentes, al igual que la somatización; “la mayor parte de los cuadros de ansiedad leves requieren medidas básicas de acompañamiento y apoyo y se resuelven fácilmente. Otros podrían requerir una labor especializada, psicoterapéutica y eventualmente psicofarmacológica”.
Así mismo, el doctor Arango menciona síntomas como tristeza, duelo, dolor, depresión confusión, desesperación, disociación, síntomas físicos y otros determinados por el impacto del trauma en el individuo.
“En personas con problemas de salud mental previos, además de lo anterior, se intensifican los síntomas. Estos síntomas se dan a nivel individual y colectivo. Trauma individual o colectivo o ambos, como en la pandemia que enfrentamos. Investigaciones sobre pandemias del pasado mostraron aumentos del estrés, angustia, estrés traumático, postraumático, desesperanza, ansiedad, pánico y duelo”, comenta.
El doctor Molina considera que en situaciones como la presente es muy importante definir qué es o no “un ataque de pánico”. Explica que la mayoría de los casos corresponden a episodios autolimitados de ansiedad que responden muy bien a una atención básica de intervención en crisis.
En muchas ocasiones, los ‘ataques de pánico’ son proporcionales a una situación de estrés real o a dificultades asociadas con las redes de apoyo. “Es allí donde vale la pena identificar el entorno y también la trayectoria o historia de cada caso, porque la mayor parte de las dificultades se encuentran y resuelven a partir de ahí.
En otros casos, que son de más difícil manejo, se pueden requerir procesos psicoterapéuticos y psicofarmacológicos específicos para poder manejar los episodios que pueden ser muy severos”, asegura. Cómo ayudarse
Frente a los riesgos para la salud mental que implica el encierro, debemos desarrollar acciones que nos ayuden a preservarla o a protegerla.
Lo primero que recomienda el doctor Arango es que evitemos el aislamiento social, que no tiene nada que ver con la distancia social y puede solucionarse fácilmente, gracias a los medios electrónicos de comunicación de los que disponemos.
“Es importante que nos apoyemos mutuamente, que nos conectemos. Muchos grupos, incluyendo artistas, están siendo muy creativos para llegar a la gente que los sigue, y nosotros podemos utilizar los mismos medios para comunicarnos con nuestras familias, amigos y conocidos. Hoy se celebran muchas fiestas virtuales en todo el mundo. Además, es también importante dormir bien, comer bien y hacer ejercicio, ya que ayudan al cerebro y la mente a lidiar efectivamente con las presiones, regulan el estrés y el proceso de información y disminuyen la depresión y la ansiedad. Igualmente, crear rutinas que nos hagan sentir seguros, distraigan y mejoren nuestra calidad de vida en nuestra travesía por esta crisis”, añade.
De esta manera, también señala que, aunque es muy importante estar informados, debemos “minimizar la exposición a la inundación de noticias sobre la pandemia que están llenas de relatos traumáticos porque son fuente de trauma, que afecta a todos los que están expuestos”.
También ayuda recordar que no estamos solos, que muchos otros, como nosotros, también están lidiando con las mismas angustias, y que entre todos enfrentaremos el presente y el futuro de esta crisis.
A todo esto se suma una recomendación de Molina: “Evitar o limitar el consumo de alcohol”, pues podría potenciar todos los males, que se relacionan con el sufrimiento, la afectación o las aflicciones.
Explica, además, que en la mayoría de los casos se registran “reacciones adaptativas que, por lo general, se superan. En algunos, situaciones de estrés agudo, proporcionales a qué tan estresante es el entorno. En otros, al abuso de sustancias (primordialmente alcohol), aparecen trastornos adaptativos que pueden estar acompañados de síntomas de ansiedad, de depresión o cambios de conducta. Con menos frecuencia se precipitan o desencadenan trastornos de ansiedad o trastornos depresivos. Por lo general, en personas que ya tenían dificultades previamente, y el ‘encierro’ exacerba el problema”.
Aunque reconoce que durante el encierro se han incrementado los problemas de salud mental, menciona el más peculiar que recuerda: el de una paciente con la que venían trabajando antes y que el encierro la benefició. Para ella, “esta situación fue, paradójicamente, un estado ideal, para estar con su pareja, para trabajar y estar tranquila”.
Aprendizaje y acciones
Con esta pandemia estamos aprendiendo mucho no solo del mundo, sino de nuestras sociedades y de nuestra salud individual y colectiva.
Al respecto, Molina enumera tres cosas: “Lo primero, la importancia de la salud por encima del consumismo, la econometría de la vida cotidiana, la guerra y las tensiones políticas. Ha sido un campanazo que debe ayudar a una mejor salud mental, a la solidaridad y a la empatía. El problema será no escucharlo.
“Lo segundo, la prioridad de la salud mental en sí misma. En nuestro país negamos de manera reiterada lo mental o lo reducimos con frecuencia y únicamente a trastornos y medicamentos evitando ver nuestra participación en los problemas de salud mental de los que nos rodean.
“Y lo tercero, la importancia que tiene apoyar a quienes sufren de problemas y trastornos mentales, dado que han sido históricamente estigmatizados y relegados de la sociedad. Esta es una oportunidad para vernos en el espejo del covid-19, que dejó al descubierto la enorme fragilidad del sistema de aseguramiento y que para muchos actores del sistema EAPB, ARL e IPS, la salud es un negocio y no un derecho fundamental, como quedó establecido en la Ley Estatutaria de 2015”.
También hemos aprendido, de acuerdo con Arango, “que tenemos que estar preparados. Esta pandemia ha mostrado que las sociedades que se preparan, que tienen sistemas de salud y de salud mental estructurados están listas para enfrentar crisis como esta y cuentan con más posibilidades de navegar con seguridad en las aguas de un tsunami como este. En el momento estamos atravesando la crisis existencial del cambio climático, y no solamente no nos preparamos, sino que seguimos contribuyendo a sus causas. El mundo tiene que despertar y dejar de jugar poniendo en el poder a personajes irresponsables y destructivos. El aprendizaje más importante que deja la covid-19 es reconocer que tenemos que respetar la vida, la naturaleza y a nuestros hermanos. El mundo, la naturaleza, la vida siempre han sido y seguirán siendo vulnerables. No podemos seguir actuando como los dueños, los propietarios irresponsables de un mundo que en lugar de conquistar, tenemos que respetar. Este virus muestra nuestra falta de respeto por la naturaleza. No somos inmortales y la naturaleza nos está mostrando nuestra insignificancia”.
“El mundo tiene que despertar y dejar de jugar poniendo en el poder a personajes irresponsables y destructivos”
Por lo tanto, en la pospandemia, la prioridad deberá ser esa y resolver lo básico para la comunidad. Según el médico Molina, de ahí en adelante se debe “establecer una aproximación en salud mental con enfoque psicosocial que hace énfasis primero en lo comunitario y colectivo (redes, líderes), rescate de la memoria de quienes nos dejaron, también de las cosas buenas y logros alcanzados, entre muchas otras cosas, como el desmonte del actual negocio de la salud, aunque temo que hay intereses poderosos que no van a permitirlo”.
Añade que, después de esta pandemia, lo primero que debería hacer el gobierno es “aceptar que el trabajo en salud mental debe abordar la salud mental positiva y promoverla; prevenir los problemas y trastorno mentales; establecer una verdadera atención integral e integrada; desarrollar realmente un proceso de rehabilitación basado en comunidad con centros de salud mental comunitarios, y finalmente una labor de carácter sectorial e intersectorial, estipulados en leyes y políticas de salud de 2013 y 2018, respectivamente”.
GLORIA HELENA REY
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